En el gimnasio de la escuela Beethoven del barrio de Fondo de Santa Coloma ed Gramenet un grupo de niños y niñas está sentado en círculo. Tres de ellos, Yussef, Anas y Sami, están depié a punto de responder una buena batería de preguntas de sus compañeros, que esperan turno con la mano alzada. La dinámica de la actividad se la saben bien, porque hace semanas que la comparten todos los lunes: cada niño o niña tiene un día en el calendario en el que debe explicar a los demás cómo es el país donde nacieron o de donde viene su familia —lo hacen en grupos, si comparten un mismo origen—. Una vez resueltas las preguntas de los compañeros, hay quien trae alguna comida típica del país en cuestión, otros hacen un baile, alguien prefiere enseñar un juego popular…
Los protagonistas de esta historia son los niños y niñas de seis a 12 años del servicio socioeducativo Tornem Beethoven, que ofrece el Casal dels Infants de Santa Coloma en el barrio de Fondo. “Todo empezó a iniciativa de los mismos niños y niñas, a principios de curso”, explica Celia, la educadora del grupo juntamente con Albert. “Veíamos que entre ellos y ellas se hacían muchas preguntas sobre sus orígenes, y a partir de aquí les propusimos hacer una actividad que diese respuesta a su curiosidad”, añade. Para empezar, dedicaron algunas sesiones a trabajar qué es la interculturalidad: el respeto a la diferencia y a los compañeros, la igualdad entre todos y todas y la importancia de un diálogo fluido que cohesione el grupo. Después decidieron ubicarse y organizarse: señalaron en un mapamundi todos los países de los que hablarían, para saber geográficamente dónde se encontraban, y establecieron en el calendario cuándo haría cada uno su explicación. En todo este proceso también participaron Mar, Aida y Dolors, voluntarias del Tornem.
“¿Cuál es el plato más típico?”, pregunta Zhander desde un rincón del círculo, rompiendo el hielo. “La tajine y el cous cous”, responden casi al unísono Yussef, Anas y Sami, impacientes y emocionados. La curiosidad se acumula, como las explicaciones de los tres expertos en la materia, y así vamos descubriendo que en Marruecos hay gente que cree en Alá, el dios del Islam, que el estado marroquí ha estado en guerra con países como Francia y España y que la vaca y el cordero son algunos de los animales que allí podemos encontrar. “Es importante que los niños y niñas pregunten lo que quieran, que no tengan prejuicios al interesarse por lo que desconocen ni miedo a sentirse juzgados y juzgadas por tener costumbres distintas. Con este diálogo basado en la libertad de expresión, quien explica su cultura se siente importante y reconocido”, comenta Celia.
Celia, educadora del Tornem Beethoven: «Con este diálogo basado en la libertad de expresión, quien explica su cultura se siente importante y reconocido”
“Nervioso, contento y alegre”, dice Zhander que se sintió el día que habló de Honduras al grupo. Aquella tarde pudo contar que allí, donde nació, la lengua más hablada es el castellano, pero que también hay otras, como el garífuna. También trajo a sus compañeros pastelitos que había preparado su madre, hechos con patata, arroz y harina de maíz. Georgina, en cambio, nació en Catalunya y no trajo nada para comer, pero si lo hubiera elegido la papa a la huancaína, una receta que también podríamos probar si viajáramos a Cochabamba, en Bolivia, donde vive toda su familia. A quien todavía no le ha llegado el turno para explicar sus orígenes es a Mohamet, que ya tiene pensado qué dirá: “Les contaré que nací aquí pero que mis padres son de Senegal, y que allí hay personas pobres y personas ricas”.
Mohamet, participante del Tornem Beethoven: «El día que me toque explicar de dónde vengo, contaré que nací aquí pero que mis padres son de Senegal, y que allí hay personas pobres y personas ricas”
El rato ha ido pasando y Sami, Yussef y Anas deciden que ha llegado la hora de romper el círculo. Lo hacen para enseñar a sus compañeros a jugar al kach kach, un juego popular marroquí muy parecido al escondite. Cierran los ojos mirando a la pared y empieza la cuenta atrás para que todo el mundo se esconda. Unas cuantas carreras y muchas risas después, ya han quemado las últimas energías de la tarde. Es hora de recoger, dejar ordenado el gimnasio e irse para casa, con ganas de que llegue otro lunes y seguir conociendo y compartiendo cómo se ve el mundo desde ojos y rincones diferentes.