Jóvenes iluminando criaturas

16/02/2018

Marcos recuerda bien la fecha: el 18 de septiembre del 2017. Ese día entró por primera vez al taller de formación del Casal dels Infants, en el barrio del Raval de Barcelona, para empezar el Programa de Formació Inicial (PFI) en auxiliar de montajes de instalaciones de agua, electricidad y gas.

Unos meses antes estaba estudiando el equivalente a segundo de bachillerato en República Dominicana , donde nació. Convivía con su padre y su hermana, y hasta entonces no se había planteado irse a vivir con su madre, que llevaba 11 años en Barcelona. A medio curso, sin embargo, le surgió la oportunidad de tramitarse el visado para venir, y fue rápido en decidirse.

A finales de julio ya se había instalado en el barrio del Poble Sec. “Los primeros meses fueron un poco difíciles. Allí, en República Dominicana, tenía toda mi vida, y en el nuevo piso pasaba muchas horas sin saber qué hacer”, explica. El PFI le sirvió para empezar a dar sentido a la nueva etapa; el vació de los primeros meses lo fue llenando el esquema del circuito eléctrico: flujos de intensidad, corrientes de electrones, resistencias…

Sergi no venía de muy lejos, siendo vecino del Raval, pero también había tenido que poner distancia con su pasado. “Me avisaron de que me expulsarían del instituto por mal comportamiento, pero yo me cachondeaba de todo…”. Finalmente, la advertencia tuvo efectos: los echaron, a él y a sus amigos, sin haber acabado la ESO. No le quedó más remedio que pensar hacia dónde ir, y eligió el PFI.

El encargo

En noviembre, cuando Marcos, Sergi y sus 12 compañeros de formación empezaban a adaptarse a la nueva etapa, Ciscu y Fina, los educadores del proyecto, les explicaron en qué consistiría el ejercicio práctico del primer trimestre: tendrían que fabricar mesas de luz para niños y niñas de 0 a 6 años de los proyectos Minúscula, Vincles y el Casal Obert per a Petita Infància (COPI). En Vincles y Minúscula los pequeños y pequeñas adquieren hábitos y competencias para empezar la escuela en igualdad de oportunidades (en Vincles también se refuerza el lazo maternoinfantil y las competencias de las madres), y en COPI se realiza un acompañamiento integral a los niños y niñas, con actividades para reforzar el aprendizaje y también de recreo.

“Era una responsabilidad grande”, comentaba meses después Sergi. “Imagínate que hubiéramos colocado mal una pequeña pieza y se la hubiesen tragado…”. Daba respeto, pero un encargo es un encargo, se tiene que estar preparado. Y, de todas maneras, no todo eran miedos. Ciscu recuerda que la emoción desbordó a algunos de los jóvenes, que ya se imaginaban filigranas: “Me llegaron a proponer hacer las mesas con la cara de Mickey Mouse, pero teníamos que ser realistas y asegurarnos de que el pedido saldría bien”.

Antes de empezar, hacía falta hacer una primera visita a los pequeños clientes y clientas para estudiar sus necesidades. Los esperaban Marta, Andrea y Clàudia, educadoras de Minúscula y Vincles, que con sus comentarios les ayudaron a definir la idea. Harían dos mesas para cada proyecto. La mitad tendrían patas, para que con ellas se pudiera jugar de pie o desde una silla; las otras se utilizarían desde el suelo.

A partir de aquí, los jóvenes se dividieron en grupos de cuatro y empezaron el trabajo en el taller. Invirtieron unas 30 horas, siempre guiados por Ciscu y Fina. En este vídeo se resume el proceso de construcción a través de fotos y con la explicación de Sergi.

La entrega

Lunes 15 de enero: fecha de entrega del producto. Las mesas habían quedado terminadas a tiempo. Sólo hacía falta movilizar el sistema de transporte: diez minutos caminando por el barrio, de la calle de la Junta de Comerç a la de la Reina Amàlia. Rápido, económico y ecológico. Llegaba el momento de la verdad: el de enchufar las mesas y ver qué cara ponías los críos y las crías.

La de Hussain, uno de los pequeños de Minúscula, se le quedó con los ojos como platos cuando Fina apagó las luces del aula. El resplandor blanco de las mesas era ahora el centro de todo un gran misterio. ¡Qué impacto, para alguien que no levanta cuatro palmos del suelo! Después del susto inicial, empezaba la interacción.

Sabiha fue de las primeras valientes en asomar la cabeza por encima de una de las mesas. Primero para colocar un colador de cocina, después un papel de seda, ahora un pote con líquido en el interior… Los jóvenes le seguían la corriente, ya fuera para poner a prueba el producto o por simple contagio de las ganas de jugar. Ahora Omar y Umer, compañeros de Marcos y Sergi, movían el colador en círculos por la superficie brillante, como si fuera una nave alienígena.

En el aula de Vincles, Soufyan, Hiba y Muneeb jugaban con la arena verde que las educadoras habían esparcido encima de su mesa. Los dos niños iban haciendo caminos verdes y serpenteantes con el dedo índice, al que Hiba le pasaba por encima un coche de juguete, como si fuera por la carretera. Una carretera que se convertía en autopista de doble carril cuando Badou, otro de los jóvenes del PFI, alargaba el trazado con su dedo, considerablemente más grande que el de los niños y niñas. “Todo esto les aporta un estimulación temprana más rica, les permite experimentar con los sentidos Además, da sentido al trabajo de otros compañeros del Casal”, comentaba Marta, satisfecha.

A Marcos, que ahora se acercaba a jugar con Sabiha, se le revolvían las emociones. Más tarde lo explicaría con palabras: “Hicimos las mesas con pasión y amor, porque eran para niños y niñas pequeños. Al ver sus reacciones, al verlos contentos y contentas, he visto el trabajo había dado resultados, y me he sentido alegre”.

La experiencia

Era justo lo que Fina y Ciscu querían: que los alumnos tuvieran que aplicar la teoría, resolver conflictos, trabajar en equipo y con autonomía… Y por encima de todo, que viesen que dedicar tiempo y esfuerzo a aprender da resultados.

Resultados como las notas del primer trimestre de Marcos, que fueron buenas, aunque le cuesten las mates. Cuando las recibió en diciembre, en seguida se lo explicó a su padre y a su hermana, orgullosos desde República Dominicana. Ahora tiene claro que quiere sacarse un título relacionado con la electricidad, quizás un grado medio.

A Sergi no le gusta tanto, el circuito eléctrico, y seguramente no será este su oficio. Pero sabe que en el PFI también está aprendiendo otras cosas, como por ejemplo a respetar a los profesores y entender que, si le exigen atención, es porque saben que tiene capacidades para salir adelante. O en palabras de Fina, después de entregar las mesas: “Hace un año quizás alguno de ellos la estaba liando en un aula. Llegaron aquí como desterrados y necesitaban una experiencia positiva. Hoy han pasado un buen rato con niños y niñas y han percibido que lo que han aprendido tiene una utilidad.”

O más de una, porque Ciscu ahora miraba una de las meses y veía en ella un montón de posibilidades: jugando con la potencia, podría ser la lámpara de una habitación, una base para calcar dibujos o reproducir diapositivas, el foco de un fotógrafo… Ahora que les había salido bien la primera prueba, quizás sí que podrían hacer el Mickey Mouse que habían pensado en un principio, comentaba riendo.

En el taller los jóvenes ya pensaban en cuál sería el encargo para este segundo trimestre. Nadie sabía qué propuesta llegaría. Pequeña o grande, con o sin patas, ellos estarían preparados. Y el Casal aprovecharía su energía. Fina, mientras, planeaba cómo sacarse una espina clavada: “El año que viene romperemos el estereotipo de que el electricista tiene que ser un hombre: ¡conseguiremos que se apunten chicas a la formación!”.

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