Hace poco más de un año, jóvenes del Programa de Formación Inicial en auxiliar de montajes e instalaciones de agua, electricidad y gas diseñaron unas mesas de luz como ejercicio práctico de su formación. Una vez acabadas, las llevaron al aula de los servicios maternoinfantiles Vincles y Minúscula, donde ahora las utilizan para jugar y aprender niños y niñas menores de tres años.
Pero la idea era que las aulas no solo fueran útiles para los niños y niñas de Vínculos, sino contruir más para otras entidades y servicios del barrio. El equipo del Casal llamó a la puerta de la guardería municipal Canigó, en el barrio del Raval, y en el centro recibieron bien la propuesta de las mesas de luz. Pero podían esperar para tenerlas. Lo que realmente les urgía para el próximo curso era montar un huerto en el jardín, y así es como dejaron encargadas dos jardineras de madera para que las fabricaran jóvenes del Casal con conocimientos de carpintería.
A principios de enero de este año, el encargo cayó en manos de una veintena de jóvenes que participan en el espacio Aterra. Se trata de un nuevo servicio del Casal dels Infants en el que jóvenes migrados de 18 a 24 años que han llegado hace poco a Catalunya adquieren herramientas para conocer mejor su nuevo entorno y realizan una formación competencial en mantenimiento de edificios. En esta parte más técnica del servicio, los jóvenes aprenden nociones de electricidad, pintura, fontanería y carpintería. Daban el perfil, pues: se encargarían de las jardineras.
Para empezar, la AMPA de la guardería subministró al Casal las maderas, los clavos y tornillos y la tela necesaria para retener el agua. Una vez todo el material estuvo a punto en el taller del Casal, empezó el trabajo en equipo entre los jóvenes: “Nos pusimos manos a la obra entre todos, y tuvimos las jardineras listas en pocos días”, recuerda Khizar Mubharik, uno de los participantes del servicio. Tiene 18 años, es de Pakistán y hace nueve meses que viene al Casal dels Infants, donde antes del Aterra hizo el curso de Ayudante de Camarero y clases de castellano. “Ahora que quedan pocos días para acabar el curso, veo que he mejorado el castellano y he aprendido electricidad. Espero poder hacer prácticas en una empresa, más adelante”, explica en el taller, mientras sus compañeros recogen cables después de un ejercicio de circuito eléctrico.
Dominar más lenguas es precisamente una de las competencias que más valoran los jóvenes del Aterra —pasa lo mismo en otros servicios dirigidos a jóvenes acabados de llegar, como en el caso del Prepara’t, que ofrece cursos de catalán y castellano—. “Hace seis meses no hablaba ni una palabra de castellano, ahora sé bastante más”, dice Omar Er Rays, que es marroquí, también tiene 18 años y es uno más en el grup del Aterra.
Omar Er Rays (participante): “Hace seis meses no hablaba ni una palabra de castellano, ahora sé bastante más»
Autoconocimiento y resiliencia
“Son jóvenes que probablemente todavía tendrán que tener paciencia para encontrar un trabajo”, explica Cisco Pelay, educador del servicio. “Hay algunos que todavía no tienen el permiso de residencia, les falta formación y por ahora se están situando en su nueva realidad. En este proceso, damos mucha importancia al autoconocimiento, al hecho de que aprendan a gestionar sus emociones, toleran la frustración y tengan capacidad de resiliencia”, añade.
Cisco Pelay (educador): “Damos mucha importancia al hecho de que estos jóvenes trabajen el autoconocimiento, aprendan a gestionar sus emociones, toleren la frustración y tengan capacidad de resiliencia”
El servicio empieza cada día a las 9 h y acaba a las 14 h. Durante la primera media hora, comparten un rato que llaman de acogida, un espacio informal en el que comentan noticias o alguna otra lectura, charlan y comparten… Después hacen una hora de lenguas o matemáticas de forma alterna, ambas materias con una orientación muy práctica para el día a día. De 11 h a 12.30 h comparten una tutoría grupal o bien lo que llaman conocimineto del medio. “Les damos las herramientas para conocer la ciudad y orientarlos en los trámites que tienen que realizar: empadronarse, conocer espacios de ocio en los que pueden participar… Un día fuimos de visita al Casal de Jóvenes Paralu Alòs, por ejemplo”. La última hora y media la pasan en el taller, haciendo la formación técnica.
El gran día
Unos días antes de que los jóvenes del Aterra recibieran el diploma del servicio, ya adentrados en la primavera, llegó el momento de entregar las jardimeras. Esa mañana, en el patio de la guardería municipal Canigó, los niños y niñas esperaban a los jóvenes, que llegaban con Cisco, Hammid —también educador— y Jose Luís —una de las personas voluntarias del servicio, que da clases de matemáticas—.
Khizar Mubharik (participante): “El día que entregamos las jardineras jugamos con los niños y niñas, y fue genial”
Las caras eran de sorpresa y expectación. En un principio los niños y niñas parecían no entender mucho qué eran esas estructuras de madera, pero cuando les indicaron que las tenían que llenar de tierra, se entregaron a ello. “Jugamos juntos y fue genial, porque son niños, y eso siempre da alegría”, recuerda Khizar. Grandes y pequeños dejaron bien plantadas y regadas plantas de fresas y perejil.