Tener hijos o hijas es para muchas personas una experiencia maravillosa, pero también multiplica el riesgo de pobreza. Para las familias desfavorecidas sin red de apoyo puede suponer un momento de gran vulnerabilidad. Los primeros años de vida son también los más determinantes en el desarrollo cognitivo y emocional de los niños y niñas. Garantizarles oportunidades de aprendizaje y un entorno seguro es una gran herramienta para corregir las desigualdades sociales. Por ello, en el Casal dels Infants de Badalona impulsamos un nuevo proyecto piloto que garantiza a familias en riesgo de exclusión social espacios familiares de apoyo en la crianza y en el desarrollo de sus hijos e hijas menores de 3 años. También contempla un estudio del impacto del acompañamiento socioeducativo en la reducción de la vulnerabilidad social en las familias participantes, y les garantiza unos ingresos para la alimentación y la higiene de las criaturas. Por encima de todo, es un espacio de apoyo mutuo donde se comparten vivencias y mucha información sobre la crianza. Hablamos de todo ello con sus protagonistas.
«Te seré sincera: ¡aquí estoy bien! Como en casa. Cómoda. Me desahogo. Aquí venimos con nuestras historias, vidas, circunstancias, experiencias… Nos apoyamos, escuchamos, reímos. Podría parecer una gabinete de psicólogos, pero es más bien como una pequeña gran familia». Así, desde el corzón, habla Kristina del proyecto piloto Espacios Familiares 0-3. Ella es rusa, lleva siete años en Catalunya y más de 20 en el estado. Tiene un hijo de 8 años y una niña de 10 meses. Por circunstancias, principalmente porque no tienen con quien dejar a Kivi, su hija, ahora no trabaja. «Todo el mundo tiene sus problemas. Yo pasaba una mala racha. En un sentido económico, incluso mental: me sentía sola».
Lo que ha encontrado en el proyecto piloto no es sólo una red de mujeres con quien compartir vivencias, dudas de la crianza e inquietudes, sino el acompañamiento intensivo de una educadora social, Cristina Trébol, y de una trabajadora social, Mònica Álvaro. «En el proyecto participan 48 familias. Todas ellas tienen acceso a acompañamiento para la inserción laboral, 15 horas de apoyo social con Mónica, una ayuda económica de 300 euros cada 2 meses para alimentación e higiene de las criaturas, unas horas de canguraje mientras realizan acciones de inserción laboral y seis espacios de encuentro con otras familias participantes», explica Cristina.
Kristina, participante: «¡Aquí estoy bien! Cómoda. Como en casa. Me desahogo»
El impacto del apoyo socioeducativo en la crianza
A parte de estas actividades, la mitad de las familias, como es el caso de Kristina, participan también en talleres familiares dos veces a la semana, en los que comparten experiencias y dudas, pero también reciben mucha información sobre distintos temas relacionados con la crianza y la maternidad: el posparto inmediato; los cuidados del bebé; la crianza respetuosa; el tipo de vínculo; la crianza en tribu; la alimentación y el sueño; el desarrollo integral y el juego. Finalmente, también tratan un aspecto fundamental: la realidad de la madre: «Hablamos de las luces y sombras de la maternidad, de cómo se sienten ellas y del apoyo que necesitan en esta etapa», añade Cristina.
El proyecto piloto también incluye un estudio que pretende comparar a los dos grupos, el que participa en los talleres familiares el que no lo hace, y así ver el impacto que tiene la intervención socioeducativa en la superación o reducción de esta vulnerabilidad social. Pese a que todavía no se han obtenido los datos finales, hablando con otras participantes nos hacemos una idea de la importancia que dan a este apoyo: «Si tienes problemas, hablar con Cristina y Mónica te quita el estrés», explica Aminatu, que participa en el proyecto con su hija Ana. Pero también da mucha importancia a la ayuda económica que recibe: «Soy madre de una familia numerosa, y en casa sólo entra el sueldo de mi marido. Esta ayuda me sirve para los pañales de la niña y para que en casa haya comida hasta final de mes».
Estimulación cognitiva i motriz de los niños y niñas
El impacto de los espacios familiares de apoyo en la crianza, lógicamente, también se ve en los pequeños y pequeñas. A Joaquina, antes de vincularse al proyecto, le parecía que su hijo pequeño, Manuel, que ahora tiene dos años, iba con retraso en su desarrollo, si lo comparaba con el recuerdo que tenía de sus dos hermanos mayores. «No prestaba atención, no se expresaba. Me preguntaba si tendría algún problema, si lo debía llevar al logopeda. Aquí he visto que lo que le faltaba era un poco de estímulo. He entendido que hay otras maneras de jugar, que no sólo tiene que estar conmigo», explica.
Saray, participante: «Aquí he entendido que lo único que le pasaba a mi hijo es que le faltaba un poco de estímulo»
Diego y Cristina también han visto una evolución clara en su hija Sara: «Le encanta venir. Ve la puerta del Casal y se le pone una sonrisa. Ha cambiado mucho, comparte mucho más con otros niños y niñas, ha aprendido a hablar con las canciones que escucha aquí, come sola con la cuchara… Estamos encantados». Kristina también echa la vista atrás y es consciente de lo que han aprendido Kivi y sus compañeros en el espacio: «¡Nuestros hijos han crecido aquí! La mía llegó con tres meses y medio, ahora tiene 10 y ya gatea y dice alguna cosa. También veo la evolución de los demás, que es como si fueran mis otros hijos».
Diego y Cristina, participantes: «Nuestra hija ve la puerta del Casal y se le pone una sonrisa»
Espacios de competencias laborales
«Vemos el potencial y las necesidades de las familias, y a partir de aquí establecemos un plan de trabajo encarado a la formación en competencias para entrar al mundo laboral», explica Mónica. Joaquina y Saray están satisfechas al ver cómo les ha quedad el currículum, después de trabajarlo en el proyecto. Y también porque han aprendido informática, sobre todo de cara a hacer solicitudes y otros trámites. La primera ha conseguido tramitar la T-16 para sus hijos mayores, la segunda ha podido inscribir al pequeño en el jardín de infancia de cara al curso que viene.
Coordinación ante la emergencia social
Mónica, sin embargo, también debe responder a situaciones de emergencia que sobrevienen a las familias, especialmente en relación a la vivienda. «Tiene mucha incidencia… Hay familias que han sido desahuciadas. Las criaturas lo sufren mucho, en un momento en el que deben sentirse seguras mientras construyen el apego con los padres, que también sufren. En estos casos, nos coordinamos con los servicios sociales para buscar soluciones, e informamos sobre las plataformas por el derecho a la vivienda, como el caso de Sant Roc Som Badalona».
Mònica, trabajadora social: «Con los problemas de vivienda, las criaturas sufren mucho, en un momento en el que deben sentirse seguras»
Ante las adversidades del día a día, el grupo es un refugio que no tiene precio, un rayo de esperanza, en palabras de Mònica, y se tejen lazos que se extienden más allá de las aulas del proyecto. «Vimos que el simple hecho de compartir el café nos cambiaba el día, y ahora también nos vemos en nuestras casas con algunas madres. Aquí he hecho amigas, cuando no es algo fácil», comparte Kristina. «Esperemos que el proyecto se repita», piensa en voz alta Joaquina. «Ya sea para nosotras o, si todo va bien y estamos trabajando, para que lo disfruten otras madres que seguro que lo necesitarán».
El proyecto piloto Espacios Familiares 0-3 es una iniciativa del Programa CaixaProinfancia y del Ministerio de Inclusión, Seguridad Social y Migraciones.