Estos días estamos viviendo una situación excepcional, nueva en muchos aspectos, llena de incertidumbre pero también de oportunidades. Y es fácil decirse “ahora que estoy en casa podría empezar a hacer todo aquello que he ido aparcando durante los años: volver a tocar la guitarra, aprender un idioma nuevo, escribir y leer mucho…”. Pero, pese al intento constante de mantenernos con el ánimo alto, con buena actitud, es imposible no pensar en todas aquellas personas cuyo objetivo durante el confinamiento es sobrevivir.
Y no, nadie se esperaba este desenlace de confinamiento, pero ellas tampoco se imaginaban la situación en la que se encuentran ahora a causa del parón general. Sabemos que es necesaria, pero a la vez está acentuando la precariedad. Muchas habían conseguido a base de esfuerzo mantenerse a un nivel que les permita respirar mínimamente.
Muchas familias que no estaban en un riesgo extremo porque estaban en un proceso de inserción sociolaboral, pero que todavía acompañábamos para hacerles un seguimiento, actualmente han perdido sus trabajos. En este sentido, nos encontramos ante muchos casos en los que las empresas no pueden o no saben cómo justificar los despidos, y las familias desconocen cuál es su situación: no saben si les han hecho un despido definitivo, un ERTO o si están haciendo las vacaciones que les corresponden. Es indignante. Las familias no saben si cobrarán a final de mes, ni qué cantidad. ¿Cómo pagarán sus alquileres? ¿Y la comida? ¿Y si no disponen de ayudas porque estaban trabajando antes del Covid-10 y no necesitaban la Renta Garantizada o otros tipos de ayudas? ¿O si directamente no estaban dadas de alta en la Seguridad Social?
Familias que sabemos que están viviendo con su maltratador, contextos familiares de violencia que afectan directamente al desarrollo de los niños, niñas y adolescentes; condiciones de vivienda que no permiten vivir nada que se parezca a un confinamiento idílico, porque no, en muchos casos no tienen ni balcón, e incluso muchas viven en una sola habitación.
Y el tiempo… Tener tiempo también hace pensar, y pensar a veces aporta soluciones pero a veces también aporta realidad. Una realidad realmente angustiante.
No sabemos si escribimos esto para obtener una respuesta, pero sí que lo escribimos a modo de denuncia. ¡Estas situaciones están presentes SIEMPRE! ¡En la actualidad se ven AGRAVADAS ENORMEMENTE! ¡El confinamiento NO ES BONITO en muchas casas! Tener nacionalidad española, tener un contrato de trabajo en condiciones, tener una vivienda digna, tener ingresos económicos asegurados, tener balcón, jardín o terrza y que te toque el sol estando dentro de casa… TODO ESTO SON PRIVILEGIOS Y NO DEBERÍAN SERLO.
Estos días es muy complicado gestionar las emociones y los sentimientos hacia nuestro trabajo. Como educadores de centro abierto, estamos haciendo realmente todo lo que podemos, aunque por mala suerte nunca sea suficiente. Antes, con una sonrisa, un abrazo, un post-it o una simple pregunta de “¿cómo ha ido la tarde? Todo se hacía mucho más fácil. Y ahora, esto no lo tenemos.
No se tiene en cuenta la carga emocional que comparta ser educadora social y todavía menos en estos días en los que no podemos tener, como antes, el apoyo de nuestras compañeras. Por suerte, encontramos estrategias para sentirnos cerca y apoyarnos, tanto a nivel personal como a nivel profesional. Muchos pensamientos nos vienen a la cabeza diariamente, y pensamos en los demás: “¿cómo estarán?”, “¿cómo se las apañarán?”, “¿estoy bien?”.
Con el deseo de compartir, nos ayudamos para poder ayudar. La acción muchas veces se ve oprimida por los miedos y las dudas. Desde nuestra posición tenemos que tomar decisiones difíciles, y lo primero que tenemos que hacer es respirar, pensar mejor y accionar todos los recursos que tenemos. Todo para que pueda llegar una pequeña parte de lo que nos gustaría, siendo nuestra aportación una llamada, un “hola” y un “cómo estás”.
Y sus agradecimientos, sin parar. Millones de “gracias” por los recursos, pero sobre todo, por estas llamadas, por preguntar cómo están y cómo se sienten. Y nosotras, que nos quedamos sin saber qué decir ante los agradecimientos, y que nos vienen ganas de llorar con solo pensar que no se tendría que agradecer nada cuando lo que falta es justicia social.
Porque…
Ahora que se ciñen las sogas de la realidad,
Ahora que el camino resbala más que nunca,
Ahora que cada vez hay más árboles delgados,
Ahora que la nieve se acumula sin parar y cada vez la bola se hace mas grande,
¿Se puede saber quién saldrá a detenerla?
Nosotras estamos aquí, sí, pero está claro que solas no podemos generar el cambio que se necesita.
¿Qué podemos hacer para detener un sistema que oprime e impide salir de él?
Ahora más que nunca, necesitamos una sociedad CONSCIENTE de las desigualdades y ORGANIZADA para enfrontarlas.
EQUIPO DEL CENTRO ABIERTO DEL CASAL DELS INFANTS DEL BARRIO DEL RAVAL